La temporada cuaresmal es como 40 días de campamento espiritual

Por El Señor Obispo Anthony B. Taylor

Obispo Anthony B. Taylor

La tentación es una atracción al pecado, pero es también una invitación a la santidad. Nadie llega a ser santo sin antes enfrentar y superar tentaciones. Vemos esto en la vida de Jesús en el Evangelio de Mateo, lo mismo como con todos los santos. La tentación es parte de la condición humana y superarla es el camino hacia la santidad.
Las tentaciones pueden venir de adentro [la carne] o de afuera [el mundo]. Jesús tuvo mucha hambre después de 40 días en el desierto, estaba débil por sus ayunos, solitario, y tuvo mucho tiempo libre, era vulnerable y es entonces que suele tentarnos el diablo. Primero le tienta a Jesús a satisfacer los deseos de la carne: ¡Di que estas piedras se conviertan en panes! Y no logrando esto, el diablo le tienta con el cebo del mundo: Asombra a la gente al “tirarte abajo del alero del templo” para después escapar ileso. ¡Serás famoso! ¡Sírveme a mí y te haré rico y poderoso! te daré “todos los reinos del mundo con su gloria.”
El diablo no nos ofrece incentivos así de grandes porque no somos presa muy grande, pero nuestras tentaciones son parecidas.
Las tentaciones de la carne vienen de adentro. La frase pecados de la carne suele referirse a los pecados sexuales que nos jalan fuertemente, pero la lascivia, el apetito sexual, no es la única hambre que enfrentamos. La gula, borrachera, pereza, venganza, orgullo y envidia son también pecados de la carne.
Estos pecados de adentro se derivan de hambres legítimas que tratamos de satisfacer de modo injusto. Después de ayunar 40 días, Jesús necesitaba comida pero rehusó satisfacer esta necesidad de la carne de modo indebido.
Las tentaciones del mundo vienen de afuera. Dios nos ha hecho corresponsables de su creación y debemos usarla conforme a sus propósitos … pero en vez de eso, el diablo nos tienta a usar las cosas del mundo para satisfacer nuestros propios propósitos egoístas, específicamente la búsqueda desordenada de poder, placer, posesiones y prestigio.
Los poderes del mundo actual promueven valores falsos muy lejos del modo de vida sencillo y abnegado enseñado por Jesús, por ejemplo, en las Bienaventuranzas.
Estos pecados de afuera se derivan de la necesidad legítima del bienestar material y emocional pero que los satisfacemos de modo injusto: promesas falsas de una felicidad que el mundo no puede proporcionar, atajos ilusorios a metas legítimas que de hecho van en el sentido contrario. Jesús tendría fama algún día y eventualmente tomaría posesión de todos los reinos del mundo, pero sabía que no había modo de evitar la cruz, así que rehusó los atajos falsos de Satanás, rehusó perseguir sus metas de modo indebido.
¿Y qué de tú y yo? Enfrentamos las mismas tentaciones.
Jesús pasó 40 días rezando y ayunando, un tiempo de entrenamiento para sus batallas espirituales, tiempo en el desierto orando que le dio las fuerzas necesarias para resistir a Satanás en el momento de tentación. Y cuando fue tentado, recurrió a las Escrituras, la verdad de Dios, para evitar que le entramparan las mentiras de Satanás.
La cuaresma es para nosotros un tiempo de entrenamiento para nuestras batallas espirituales parecido a los 40 días en el desierto de Jesús, un tiempo para orar, ayunar y darnos en obras de caridad, para así 1) dominar los deseos de la carne, 2) abrir los ojos a las ilusiones falsas de este mundo, y 3) fortalecernos internamente para nuestros tiempos de tentación. Un tiempo para profundizar nuestra comprensión de la verdad de Dios y así capacitarnos para evitar que nos entrampen las mentiras de Satanás.

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