Padre Salvador Márquez-Muñoz
Mis queridos hermanos en Cristo Jesús. Nos aproximamos una vez más a una etapa espiritual muy importante de nuestras vidas, la oportunidad de seguir creciendo en nuestra relación con Dios, con nosotros mismos y con los demás.
La jornada espiritual de la Cuaresma nos brinda la oportunidad de responder a ese llamado tan personal que Dios nos hace a cada uno de sus hijos por medio del profeta Joel, “Conviértanse a mí, de todo corazón” (2, 12), acerquémonos a un Dios que como el mismo profeta nos dice, “es clemente y misericordioso, lento a la ira, rico en amor y siempre dispuesto a perdonar” (2, 13).
Recordemos que quien nos llama es Dios, y él está consciente de que como resultado de nuestras fragilidades humanas, no hemos alcanzado aún la meta de la santidad o la perfección, algo tan sublime y sagrado que fuera de Dios es imposible lograr. Dios te invita a ti y a mí a confiar plenamente en él, a dejar a un lado las miles de excusas que pueden evitar nuestro crecimiento en Cristo, para gloria de Dios y salvación nuestra.
Es necesario en primer lugar adoptar en nuestras vidas una actitud de humildad para aceptarnos como somos, porque es así como Dios nos acepta y perfeccionar en nosotros la obra maravillosa que comenzó hace mucho tiempo atrás.
Segundo, es importante nuevamente reconocer que nuestros modelos de vida, de ver las cosas, y de amar, no siempre van a la par con el modelo de vida que Dios nos propone, ni con la manera en que Dios contempla la obra de su creación, y ni muchas veces con la forma en que Dios nos ama a todos y a cada uno en particular.
Desde lo más profundo de nuestro ser, punto de partida de nuestro vivir y obrar porque es ahí donde Dios mora, oremos con las palabras hermosas del salmo 50, v.3: “Ten piedad de mí, oh Dios, por tu amor, por tu inmensa compasión, borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado”.
Eso es precisamente lo que Dios desea obtener para cada uno de nosotros esta Cuaresma, “un corazón limpio de pecado”, un corazón que le permita a su Hijo Jesucristo reinar en nuestras vidas, un corazón en el que el Espíritu de Dios siga conduciéndonos a la intimidad con Dios y a la santidad, un corazón que con toda sencillez y humildad nos permita decir cada día Abba, Padre.
Regresemos cada uno a la casa de nuestro Padre que nos espera con los brazos abiertos, un Padre que es rico en clemencia y misericordia, y que no nos va a juzgar como lo hacemos nosotros los seres humanos. Si te animas a hacerlo, yo te garantizo que no saldrás defraudado, y que el gozo y la paz que Dios te ofrece, no te lo puede otorgar nada ni nadie en este mundo. ¡Vamos! Que nadie te lo impida, ni el miedo, ni la duda, ni el desánimo, ni lo que puedan decir los demás.
Recuerda que Cristo vino a este mundo no por los justos sino por los pecadores, y fue precisamente a un pecador arrepentido a quien Cristo le abrió las puertas del Reino de los Cielos para reinar con él por toda la eternidad.
¡Viva Cristo Rey!
Padre Salvador Márquez-Muñoz es el párroco de la Iglesia de Santa María en Siloam Springs.