Durante el mes de noviembre, el día 9, la Iglesia Universal celebra la dedicación de una iglesia en particular conocida con el nombre de la Basílica de San Juan de Letrán, ubicada en Roma. Lo que hace singular a esta iglesia es su historia y el lugar que ocupa en el mundo del catolicismo. A esta basílica se le conoce como la cabeza y madre de todas las iglesias católicas en el mundo. En la fachada de ésta se encuentra una inscripción labrada en piedra que dice así, “Esta es la madre y cabeza de todas las iglesias de Roma y el mundo”.
Es muy probable que la mayoría de las personas consideren a la Basílica de San Pedro como la cabeza de todas las iglesias pero en realidad este título le corresponde solamente a la Basílica de San Juan de Letrán. A cada obispo le corresponde una catedral como parte de su sede. Así como nuestro Obispo Anthony B. Taylor tiene su sede en la Catedral de San Andrés en Little Rock, el Papa Benedicto XVI la tiene en la Basílica de San Juan de Letrán y no en la Basílica de San Pedro.
Muchos se preguntarán el por qué de esta situación o tradición. La historia, como parte de nuestra existencia, nos da la respuesta. Durante los primeros tres siglos de la era cristiana, el ser cristiano estaba prohibido por la ley romana, era algo “ilegal”. En otras palabras, los cristianos se convertían en “ilegales” al practicar abiertamente su fe. El precio que tenían que pagar la mayoría de ellos por dar testimonio de su fe era su sangre. La sangre de muchos mártires ayudó a sostener la semilla de la fe durante los primeros siglos, y con ello se ganaron su “green card” para el cielo.
La situación de los primeros cristianos cambió cuando el emperador Constantino permitió la práctica libre y abierta de la fe cristiana al legalizarla en su famoso edicto de Milán el año 313. Fue el emperador Constantino quien otorgó el palacio romano que perteneció a la familia aristócrata de los Laterani al Papa. El Palacio de los Laterani fue adaptado para convertirse en una hermosa iglesia y su dedicación fue hecha el 9 de Noviembre del año 324, convirtiéndose así en la residencia papal por los próximos 1000 años comenzando con el Papa Silvestre I.
Al principio se le dio el nombre de la Basílica del Salvador pero tiempo después fue dedicada a los dos Juanes, es decir, Juan el Bautista y Juan Evangelista, de ahí el nombre actual de San Juan de Letrán. Cuando la sede papal fue trasladada a la ciudad de Aviñón en Francia por casi un siglo, el palacio fue descuidado y sufrió mucho deterioro. Al regresar el papa a Roma se vio en la necesidad de vivir en un par de sitios distintos antes de hacerlo en lo que es hoy en día la residencia papal a lado de la Basílica de San Pedro.
El celebrar la dedicación de la Catedral del Santo Padre cada año nos brinda la oportunidad de mostrar nuestra unidad con el Papa y nuestro amor y respeto por él; y no sólo eso, sino que también nos permite unirnos con cada una de las iglesias católicas en el mundo entero. Como nos recuerda San Pablo en su Primera Carta a los Corintios, “Del mismo modo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, por muchos que sean, no forman más que un solo cuerpo, así también Cristo….todos hemos recibido un mismo Espíritu en el bautismo, a fin de formar un solo cuerpo” (1 Cor 12,12-13).
Oremos juntos en este día por esa unidad que Cristo Jesús se esforzó y dio su vida, y por todos aquellos que por distintas razones del destino se han separado de esta unidad, para que encuentren también ellos en Cristo la piedra angular que ayude a sostener el edificio de su fe y sus vidas.
¡Que Viva Cristo Rey!
Padre Salvador Márquez-Muñoz es el párroco de la Iglesia de Santa María en Siloam Springs.