Mauricio Carrasco
Dejen a los niños, y no les impidan que vengan a mí, porque el Reino de los Cielos pertenece a los que son como ellos. (Lucas 19, 14)
Recuerdo que cuando era niño uno de nuestros pasatiempos favoritos era soñar despiertos. Nosotros jugábamos a que teníamos un gran rancho, jugábamos a que teníamos una tienda de abarrotes, jugábamos a que éramos exploradores del mundo y que descubríamos magníficos tesoros. Aunque todo esto no era más que un juego para todos aquellos que nos veían, nosotros lo tomábamos muy en serio; tan en serio que fabricábamos escenarios espectaculares tratando de igualar nuestra imaginación. La razón por la cual comparto esto es porque el descubrimiento de nuestra vocación requiere la capacidad de poder soñar.
La primera vez que yo pensé en el sacerdocio yo no estaba pensando en la realidad completa de lo que es esta vocación. Más o menos a los ocho años, yo estaba pensando en la alegría tan contagiosa del Padre Chalio. El Padre Chalio era un hombre muy alegre, y recuerdo desear desde mi niñez poder llegar a ser un hombre tan feliz como él. Todavía me acuerdo acompañarlo como su monaguillo a celebrar Misas en las comunidades rurales. Él manejaba un pequeño carro, y tenía la fama de siempre manejar a alta velocidad. Al llegar a los pueblos el daba de bocinazos y saludaba a toda la gente que andaba en la calle. Pues yo me sentía soñado sentado en el lugar del pasajero con mis zapatos bien boleados y mi sotana recién planchada. Yo soñaba con ser un sacerdote como él y aunque nadie más tomara este sueño tan en serio como yo, el acompañar al Padre Chalio sirvió como mi primera experiencia del sacerdocio. El verlo como trataba a la gente y la manera en que el pueblo le respondía, despertó en mi imaginación la gran posibilidad de amar como un sacerdote.
La verdad es que no solamente los niños, sino todos, necesitamos nuestra imaginación para discernir nuestra vocación. Al mismo tiempo, necesitamos de buenos ejemplos que despierten en nosotros la capacidad de poder soñar. La gran bendición de ser Católico es que una niña puede soñar con mantener la pureza de la Santísima Virgen, un niño puede soñar con obtener la valentía de San José, una joven puede soñar con enamorarse del mundo como la Madre Teresa, un joven puede soñar con conquistar a la juventud como San Juan Bosco, una madre puede soñar con amar a sus hijos como San Gianna Beretta Molla, etc. … Y yo sigo soñando con ser como el Padre Chalio. Pues son estas personas las que nos permiten acercarnos a Jesús y soñar con llegar al Reino de los Cielos.
Mauricio Carrasco, es miembro de la Iglesia de San Rafael en Springdale, es seminarista de la Diócesis de Little Rock y estudia en el Seminario de St. Meinrad en Indiana. Siga los pasos de Mauricio en su camino hacia el sacerdocio en las siguientes ediciones del Arkansas Catholic en Español.