La Divina Misericordia de Dios puede sanar las heridas más profundas

Por Obispo Anthony B. Taylor

Obispo Anthony B. Taylor

¿Alguna vez te has sentido traicionado por una persona en quien confiaste?
Yo, como tú, me siento traicionado por el grave daño infligido a algunos niños por algunos sacerdotes en el pasado, y por el hecho de que algunos obispos no protegieron su rebaño de esos depredadores, y aunque ya hemos puesto en orden, más o menos, nuestra casa aquí en los Estados Unidos, todos estos sentimientos de traición resurgieron en mí al saber que los obispos de Europa no enfrentaron estos crímenes mejor que nosotros, y ahora ha llegado su tiempo de crisis, 15 años más tarde que el nuestro.
Lamento el daño ocasionado por estos y otros escánda los a la Iglesia que amo y en la que depende mi ministerio.
Tal vez has sentido la misma pena y vergüenza también, sobre todo cuando las preguntas incómodas de amigos no-católicos te ponen a la defensiva y por los ataques en la televisión en contra hasta del Santo Padre por aquellos que, con razón se sienten indignados por estos escándalos, mismos que ya eran hostiles a la Iglesia por otros motivos.
Mientras es cierto que sólo se trata de un porcentaje muy pequeño de sacerdotes, y que somos una Iglesia de pecadores, y que el abuso de niños es un problema general en nuestra sociedad, es también cierto que con razón tenemos mayores expectativas de nuestros sacerdotes y obispos, lo que hace imposible disculpar estos escándalos y es difícil perdonarlos. Pero es precisamente este drama de traición y perdón que están en el corazón de la divina misericordia que celebramos en la Pascua.
Miren a Jesús. Él también fue traicionado por aquellos en quien confiaba. Judas lo vendió, Pedro lo negó y la muchedumbre reclamaba su sangre. Su madre, Juan y algunas mujeres se quedaron con él, pero los demás lo abandonaron. ¿Puedes imaginar cómo se sentía Jesús suspendido allí en sacrificio abnegado y total por aquellos que no querían lo que él se moría por darles? Una de las pruebas más grandes de que Jesús es Dios es la manera en que él respondió a cada traición ofreciendo su divina misericordia, perdónalos, porque no saben lo que hacen.”
En el Evangelio de San Juan, Jesús muestra a sus arrepentidos apóstoles las llagas de su traición e instituye el sacramento de Reconciliación [“A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados …”] y luego manda a estos pecadores ya perdonados a proporcionar la misma divina misericordia a los demás.
El domingo de la Divina Misericordia se celebró el 11 de abril, y fue descrito por el Papa Juan Pablo II como “un domingo especial de acción de gracias por toda la bondad que Dios nos ha mostrado por la totalidad del misterio pascual.”
Este es un día para agradecerle a Dios por su tierna misericordia hasta por los peores pecadores y para pedirle el alivio espiritual de todos aquellos que sufren todavía los efectos de nuestros pecados y los de los demás, incluyendo nosotros. Y para rezar en este Año del Sacerdocio sobre todo por su misericordia para su Iglesia: por los sacerdotes y otros en la Iglesia que son culpables de graves crímenes, por sus víctimas y sus parroquias, por aquellos cuya fe ha sido sacudida por estos escándalos y por aquellos que tal vez han sido acusados falsamente o por equivocación.
Para pedir la divina misericordia en situaciones más personales: reconciliación en nuestras familias, preocupaciones por nuestros hijos, problemas de dinero, problemas de trabajo.
La divina misericordia es el remedio de Dios para el dolor en tu vida y en la vida de la Iglesia. Nos libra del pecado, alimenta nuestra alma, aligera nuestra carga y se vuelven redentoras las cruces que debemos cargar.
Ya que Dios es todopoderoso, puede hacerlo todo, su divina misericordia puede sanar hasta las heridas más profundas. Si Dios puede tomar la crucifixión humillante de su Hijo y el comportamiento vergonzoso de sus apóstoles y usarlos para salvar el mundo, puede tomar también nuestra humillación y vergüenza colectivas y usarlas para purificar su Iglesia, y con eso hacernos, eventualmente, más capaces para llevar su salvación a otros en nuestro mundo. ¡Y es por esa divina misericordia que nosotros oramos hoy!

Latest from From the Bishop