Obispo Anthony B. Taylor
Tú y yo llamamos la Biblia la Palabra de Dios, pero contiene poquísimas palabras pronunciadas por Dios. El Nuevo Testamento le llama a Jesús la Palabra de Dios pero Jesús no lo escribió y mucho del Nuevo Testamento relata los hechos de Pablo y Pedro. Aún los mismos Evangelios, la Buena Nueva de Jesucristo, fueron escritos de 30 a 60 años después de su muerte, en griego, un idioma que Jesús ni siquiera habló. No le acompañaba ninguna secretaria para tomar apuntes, pero es así que la tratan algunos cristianos de hoy que leen la Biblia muy literalmente, ignorando como fue compuesta de veras, y asimismo ignorando también la intención de Dios que quiso componerla de esa manera.
Dios no escribió un libro. Lo que hizo fue escoger a un pueblo, hacer con ellos una alianza, liberarlos de la esclavitud, darles una Tierra Prometida, y jueces, reyes y profetas, y prometer enviarles un Mesías, muchos hechos pero nada escrito por Dios. Todo fue transmitido oralmente por generaciones entre los creyentes antes de que los primeros escritores bíblicos, bajo la inspiración del Espíritu Santo, escribieran las primeras palabras de lo que llamamos hoy el Antiguo Testamento. Hubo muchas etapas de composición y muchos escritores contribuyeron al resultado final. Dios es el autor de los sucesos descritos, que es diferente de nuestro concepto de autor. Él no escribió el texto con pluma y papel, pero sí es su origen y guió su desarrollo, y así es en ese sentido su autor. Nos revela su voluntad y contiene sus promesas, ¡y es así que se debe leer!
Y tal como vemos en el Evangelio de San Lucas capítulo 1, ¡lo mismo vale para Jesús! Él es el autor de los sucesos descritos, pero Él mismo no escribió nada con pluma y papel. Lo que hizo fue hacer una Nueva Alianza con la humanidad, liberarnos de esclavitud a Satanás por su muerte sacrificada, abrirnos las puertas a la Nueva Tierra Prometida del Reino de Dios, enviarnos apóstoles y profetas para proclamar la Buena Nueva de la Salvación a todas las naciones y prometer regresar al fin del tiempo todo cual se encuentra en el Nuevo Testamento, mucho transmitido oralmente por decenios en la Iglesia antes de que los primeros escritores del Nuevo Testamento, bajo la inspiración del Espíritu Santo, escribieran las primeras palabras de los Evangelios. Y Lucas nos describe este proceso muy claramente en su primer capítulo.
Lucas empieza: “Muchos han tratado de escribir la historia de las cosas que pasaron entre nosotros (incluso seguramente San Marcos y otros cuyos escritos no fueron incluidos en el Nuevo Testamento), tal y como nos la transmitieron los que la vieron desde el principio y que ayudaron en la predicación (en la tradición oral, antes de que las escribieran los primeros Evangelistas).”
“Yo pensé (el Evangelio de Lucas fue escrito por su propia iniciativa), lo escribió en orden de secuencia (sugiriendo que pensaba que podía presentar el contenido mejor que los otros evangelistas anteriores), ilustre Teófilo (un nombre que significa Amador de Dios, probablemente una convención literaria), para que veas la verdad de lo que se te ha enseñado.”
Lucas escribió su Evangelio no precisamente como una biografía de Jesús, ni para resolver todas las preguntas de la vida, ni como un arsenal de pruebas para debates teológicos, sino con un sólo propósito en mente: para edificar e inspirar al lector, “para que veas la verdad de lo que se te ha enseñado”, para apoyar y aumentar la fe de los que ya quieren a Dios y creen en Jesús ¡y es así que la deben leer!