Mons. Scott Friend
Hace dos meses, dos estudiantes de Catholic High School se comprometieron en público a entrar al seminario, y otro joven hizo lo mismo en la convención del Ministerio Juvenil Católico (CYM) del estado. Era difícil saber como reaccionarían los otros estudiantes. Era un factor desconocido. ¿Apoyarían la decisión de Joseph, de Stephen y de Brad de entrar al seminario, o respetarían lo que ellos hacían?
Ahora sabemos cuál fue la respuesta. Para todos nosotros que atendimos, fue un momento inolvidable, el ver como los estudiantes se ponían en silencio cuando primero Joseph de Orbegozo, y después Stephen Elser firmaron su “carta de intención”. Después se oyeron aplausos y los gritos espontáneos de aprobación de los estudiantes presentes. El mismo apoyo fue expresado más adelante en la convención del CYM cuando Brad Charbonneau también firmó una carta.
Fue un momento de afirmación para mí como sacerdote ver el entusiasmo que un llamado al sacerdocio evoca en la juventud de hoy. Sé que para Brad, Joseph y Stephen, era una gran demostración del apoyo y del respeto por lo que ellos habían elegido hacer. Tienen por lo menos ocho años de formación delante de ellos, y mientras queda por ver si algún día se ordenarán sacerdotes, sólo elegir entrar a la formación del seminario para discernir el llamado del Señor muestra el valor y fe que tienen en el Señor. Este evento ha permanecido en mí y me ha enseñado algo sobre vocaciones sacerdotales y religiosas. Toma valor, pero ese valor tiene que tener principios fundamentales en confianza en un Dios providencial. El valor verdadero es un regalo del Espíritu Santo. Es muy diferente que un comportamiento arriesgado y descuidado porque se basa en una relación con Dios. Es irónico, cualquier cosa que hacemos que no se basa en una relación con nuestro Dios es verdaderamente comportamiento arriesgado.
Hoy en día tenemos miedo del fracaso, compromisos, la presión, tener éxito, ser impopular y demás, que no desafiamos a los jóvenes a considerar la vocación al sacerdocio o la vida religiosa.
Si vamos a escondernos, a tener miedo, a estar callados, entonces continuaremos teniendo una crisis vocacional. ¡Ha sido mi experiencia que la juventud de hoy responde muy bien al desafio de vivir por algo más grande que ellos mismos, especialmente si los que lo piden viven en esa manera!
Muchas personas me han preguntado por qué a la Diócesis de Little Rock le ha ido tan bien con las vocaciones. Mientras que hay varios factores, creo que una razón es la manera en que el pueblo vive su fe aquí en Arkansas. Desde cuando la diócesis comenzó hasta hoy, la gente de la diócesis ha vivido su fe con valor. El hecho que la gente de la diócesis dio más de $400,000 para apoyar la educación del seminario en medio de una crisis económica, toma valor construido en la confianza en Dios.
Otra razón es los sacerdotes aquí en Arkansas. Es una inspiración para mí ver como responden mis hermanos sacerdotes en esta diócesis a las crecientes demandas del ministerio. Estoy desafiado por la manera generosa en que sirven al pueblo de Dios para asegurar que reciban los sacramentos y encuentren a Cristo. Uno de nuestros sacerdotes, Mons. Janesko, dio toda su vida al servicio de la gente de esta diócesis. Disfrutó cerca de una semana de retiro antes de irse a estar con el Señor. Pienso que nos sorprendería ver todos los milagros realizados cada día en la diócesis por los sacerdotes que sirven aquí.
Estoy orgulloso de poder desafiar a los hombres jóvenes a considerar la vocación al sacerdocio en la Diócesis de Little Rock. También creo que las vocaciones seguirán creciendo, si todos siguen siendo valientes, si continuamos creyendo en un Dios providencial. Hay esperanza para el futuro cuando hombres jóvenes como Stephen, Joseph y Brad están dispuestos a vivir por algo más grande que ellos mismos y eligen responder al llamado del Señor, y que sus compañeros esten inspirados por su valor y fe.
Mons. Scott Friend es director de vocaciones de la Diócesis de Little Rock.