Una vocación feliz se obtiene al seguir la voluntad de Dios

Por Obispo Anthony B. Taylor

El Señor Obispo Anthony B. Taylor

Algunos de los artículos publicados después de mi nombramiento como su obispo reportaron que mi mamá no quería que yo fuera sacerdote y que se oponía porque había conocido a varios sacerdotes infelices, pero había otro motivo también. Mi mamá admiraba mucho a los doctores. Yo tenía muy buenas calificaciones en la escuela y ella sabía que yo era capaz … ¡sería un sueño conseguido! Su sueño. Pero no era mi sueño ni el sueño del Señor para mi vida.
Mi mamá conocía a un sacerdote infeliz que había entrado al seminario para complacer a su madre. Obviamente es algo bueno que los papás se sientan contentos que Dios ha llamado a su hijo y que recen por su perseverancia, pero no que le obliguen a hacer la voluntad de otro. La felicidad viene de hacer la voluntad de Dios. Si yo me hubiera inscrito en una escuela de medicina sólo para complacer a mi madre, hubiera sido un doctor infeliz, lo mismo que ese sacerdote infeliz, porque como él, yo habría cumplido la voluntad de mi madre ¡y no la de Dios!
Aun así, había mucho que era preocupante cuando yo entré al seminario en los años 70. Muchos sacerdotes y religiosas abandonaron sus vocaciones — habían más saliendo que entrando, aunque al mismo tiempo crecía mucho el número de católicos en Oklahoma — lo mismo que en Arkansas. Miles de inmigrantes católicos llegaban de Vietnam y de México — ¡ahora tenemos 2 veces más de católicos, servidos por la mitad del número de sacerdotes! ¿Acaso no era muy preocupante esta escasez creciente de sacerdotes? Algunos se portaron como si la Iglesia estuviera al punto de derrumbarse, pero yo no pensaba así, por dos motivos: 1) mi confianza en la providencia de Dios, y 2) algo que aprendí como diácono transicional en Kenia el verano de 1979.
Primero, tengo mucha fe en la providencia de Dios — tal vez porque fui criado en una casa segura y llena de fe — así que, gracias a Dios, no me preocupo mucho. Sabía que la única cosa requerida era hacer la voluntad de Dios … y que los resultados están en sus manos, no en las mías.
Y segundo, la parroquia que servía en Kenia durante mi verano diaconal tenía 40,000 católicos y sólo dos sacerdotes — sería como tener todo Arkansas servido por 6 sacerdotes, aunque en cuanto a territorio la parroquia era del tamaño del condado Pulaski. La parroquia tenía cuatro iglesias y 28 capillas donde se celebraba Misa al menos una vez cada 6 semanas, entregadas a 32 catequistas que ofrecían Liturgias de la Palabra con Comunión los domingos cuando los padres estaban celebrando Misas en otros lugares. Estos catequistas eran como diáconos no oficiales y eran el fundamento de la vida ministerial de esa inmensa parroquia. ¡Tenían 32 coros, uno en cada capilla o iglesia! Pero lo que me asombraba más era que 85 por ciento de los feligreses estaban en la Iglesia cada domingo — en la Misa o en una Liturgia de la Palabra — ¡y esto con sólo dos sacerdotes sirviendo a 40,000 católicos! Con eso, mi preocupación ante la escasez de sacerdotes aquí desvaneció por completo. Si los católicos de Kenia que no tienen nada, pueden hacer mucho con mucha fe y creatividad, yo sabía que no hay motivo para preocuparme. Si somos fieles y hacemos nuestro mejor, Dios proveerá.
Estoy completamente convencido que ninguna de las pruebas que tenemos que enfrentar pueda quitarnos la verdadera felicidad que viene de nuestro cumplimiento de la voluntad de Dios. ¡Jesús ama su Iglesia y Él nos mostrará el camino! No hay motivo para miedo. Lo único requerido es que hagamos nuestra parte, que hagamos su voluntad lo mejor que podemos.

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