Juanita Fernández Solar y Teresa de los Andes son dos nombres de la misma persona. Nacida en Santiago de Chile el 13 de julio de 1900, fue bautizada a los dos días con el nombre de Juana. Desde que entró a la vida religiosa con las Carmelitas Descalzas, y de acuerdo a la costumbre tradicional, le cambiaron de nombre, llamándola Teresa de Jesús, en recuerdo a la fundadora del Carmelo Teresiano, la gran Santa Teresa de Ávila. Finalmente para distinguirla de Santa Teresa de Ávila, de Santa Teresita del Niño Jesús, de Santa Teresa Margarita Redi, y Santa Teresa Benedicta de la Cruz, todas ellas carmelitas, se le conoce ahora como Santa Teresa de los Andes.Viendo que Juanita, o Teresita, no hizo obras espectaculares ni alcanzó a cumplir los 20 años, muchos se preguntan qué méritos tiene para llegar a ser santa. Hasta mi madre me llegó a hacer esa misma pregunta. Antes que nada, hemos de reconocer que la santidad es algo a la que todos los bautizados estamos llamados, y esta se alcanza tratando de cumplir siempre y en todo la voluntad de Dios con base en la misión y vocación que Dios ha dado a cada persona en la vida.
No es, pues, lo importante de la misión que Dios le tiene a uno encomendado, sino el amor, el esfuerzo, y la alegría con que lo desempeña. Dios, dueño absoluto de todo, busca incansablemente nuestro amor, respetando ante todo la libertad y voluntad de cada persona. Dios no se enfoca en la grandeza de nuestras obras, sino en el amor con que las llevamos a término. Porque aunque uno no mueva montañas o se deje quemar vivo, si actuamos sin amor, es decir, buscando sólo nuestro bien y no el de los demás, de nada nos sirve.
Ha sido una gran bendición para el mundo y muy en especial para América Latina, el que el Papa Juan Pablo II la canonizase el 21 de marzo de 1993, convirtiéndose así en la primer santa carmelita del nuevo mundo, “un faro luminoso para la juventud,” como la llamó el Papa. Teresita de los Andes reúne las siguientes características:
Una santa joven, enteramente normal y equilibrada, sencilla, alegre, deportista, simpática y que amó y vivió plenamente la vida como un regalo de Dios para una sociedad como la nuestra, con un porcentaje muy elevado de jóvenes.
Enamorada de Cristo, nos contagia a jóvenes y adultos de su amor, que nos impulsa — como a Cristo — a obedecer incondicionalmente al Padre y a vivir para los demás.
Nos convence de que sólo a base de espíritu de superación y de esfuerzo maduraremos y nos realizaremos como personas; porque, olvidándose de sí misma y sacrificándose por los demás, nos señala el camino que conduce al equilibrio humano y a la verdadera felicidad.
Dios mismo se le reveló en la oración, y supo descubrir la hermosura y el gozo que Dios es y representa. Su mensaje para todos nosotros es que tan sólo en Dios podemos encontrar el gozo infinito y la autentica felicidad.
“El que ama no tiene otra voluntad sino la del amado; luego yo quiero hacer la voluntad de Jesús. El que ama se sacrifica. Yo quiero sacrificarme en todo. Quiero inmolarme constantemente para parecerme a Aquel que sufre por mí y me ama. El amor obedece sin réplica. El amor es fiel. El amor no vacila. El amor es el lazo de unión de dos almas. Por el amor me fundiré en Jesús.”
Teresita nos recuerda que el ser humano, creado en la imagen y semejanza de Dios, sólo puede alcanzar su plenitud a través de la donación de sí mismo. Cada uno de nosotros necesita encontrar en la vida su verdadera vocación, nuestra verdadera llamada según el designo de Dios.
Mi deseo es motivarlos a conocer más de cerca a esta joven hispana a través de su diario personal y cartas, que se han convertido en una herencia espiritual para la humanidad. No tengan miedo de enamorarse de Dios, Teresita lo hizo, y en Dios alcanzó lo que tanto anhelaba, el amor que nunca acaba.
Santa Teresita nos enseña como enamorarnos de Dios
