
Padre Salvador Márquez-Muñoz
El día de acción de gracias, como su nombre lo indica, es un día de celebración familiar y de amigos para dar gracias a Dios por los beneficios recibidos a través del año.
Dicha celebración tuvo su origen con los primeros pobladores Europeos que se asentaron en una de las primeras colonias Británicas al noreste de los Estados Unidos en el año de 1620. Dichos pobladores tuvieron que enfrentar tiempos muy difíciles debido a las condiciones climatológicas y de asentamiento. No fue sino hasta el año siguiente, otoño de 1621, que debido a la buena cosecha que obtuvieron decidieron celebrar con un banquete especial, al cual invitaron a los indígenas de la región. Dicha celebración incluía competencias deportivas y sobre todo una gran variedad de platillos muy suculentos preparados con las aves y frutos del lugar. Entre éstos se podía observar pato, ganso, pescado, pan blanco, pan de maíz, verduras, postres de frutas, y vino; el pavo vino más tarde ya que abundaba en el área. Hubo un gran intercambio cultural entre los indígenas y los europeos. En noviembre de 1789 el primer presidente de los Estados Unidos, George Washington, con autorización del Congreso, proclamó la fiesta nacional de Acción de Gracias, pero no fue sino hasta con el Presidente Abraham Lincoln que se designó como día oficial el cuarto Jueves de noviembre.
El dar gracias a Dios, o a una deidad en particular, se remonta a cientos de años atrás en la historia de la civilización. Por ejemplo, los Aztecas tenían una celebración muy particular durante el tiempo de la cosecha del maíz, en la cual sacrificaban a una doncella que representaba a Xilonén, diosa del maíz nuevo. Todo sacrificio consistía en devolver a la fuente de la vida, una porción de esa vida recibida. La fiesta Católica de la Eucaristía, es también un sacrificio, de tipo espiritual desde luego. La palabra misma Eucaristía, que se deriva del griego, significa Acción de Gracias. Jesucristo mismo se ofreció al Padre para la salvación del género humano, y Él mismo nos pidió que recordáramos el triunfo de su pasión, muerte y resurrección con este banquete Eucarístico.
A pesar de no ser una celebración en el calendario litúrgico de la Iglesia Católica, es bueno darse la oportunidad de reunirse con la familia y amigos, y de dar gracias a Dios compartiendo no sólo nuestra fe sino el fruto de nuestro trabajo, que también éste es una bendición de Dios.
Padre Salvador Márquez-Muñoz escribe desde De Queen.