Cuando vi el periódico Arkansas Democrat-Gazette el domingo y leí el encabezado “La era de Juan Pablo II termina” de repente recordé la caja que tenía en mi almacén de la cochera. La caja cerrada con cinta adhesiva con una sencilla etiqueta que dice “Periódicos.” Agarré las llaves del almacén, encontré la caja toda empolvada, la agarré y la llevé a la cocina. Y rápidamente corté la cinta adhesiva con las tijeras.
Adentro encontré una serie de periódicos, muchos de los cuales no había visto en años. De joven adquirí el hábito de guardar periódicos que hacían una crónica de eventos de importancia histórica. Ahora estoy agradecido de haber tenido la mentalidad de guardarlos. La caja es un tipo de cápsula de tiempo de mi vida adulta; elecciones presidenciales, guerras, visitas de personas famosas, nombramiento de obispos bajo los cuales yo serví en Tennessee y por supuesto el 11 de septiembre de 2001.
El domingo en la noche no me tomó mucho tiempo, buscando en la parte de abajo de la caja, encontrar lo que buscaba: encabezados que yo había leído como un sacerdote recién ordenado empezando mi último año de estudios en Roma.
L’Osservatore Romano, Ciudad del Vaticano, 16 de octubre de 1978. “Los Cardenales en Conclave para la elección del Papa — El primer humo negro.”
Il Messaggero, Roma, 17 de octubre de 1978. “Después de cuatro siglos y medio un Pontífice no italiano ha sido electo — El nuevo Papa es Polaco — Será llamado Juan Pablo II — Él es el Cardenal de Krakow Karol Wojtyla — Él tiene 58 años.”
The Daily American, Roma, 17 de octubre de 1978. ” 6:18 p.m. — Humo blanco — El mundo da la bienvenida al Papa de esperanza — Juan Pablo II.” Un artículo en la parte baja de la página muestra el encabezado “Sorpresa el selecto se considera moderado.”
Cuando puse los periódicos en la caja hace 26 años, yo no sabía que algún día leería el encabezado llamando el Pontificado de Juan Pablo II una “era.”
Una era en realidad y mucho más.
El primer mensaje al mundo de Juan Pablo II fue uno de esperanza. “No tengan miedo,” él le dijo a miles de personas reunidas el 22 de octubre para el solemne empiezo de su Pontificado. Desde el principio nos llamó a tener esperanza en Dios y en los años posteriores nos enseñó como tener esperanza.
Usted y yo tuvimos el privilegio de vivir en “su era.”
Pero una cosa se debe decir una y otra vez. Nada de lo que he escrito tiene sentido salvo que esta sola cosa se sepa y se diga de él:
Él era un fiel cristiano, llamado a ser sacerdote para el pueblo de Dios, a ser el Pastor del mundo como el Vicario de Cristo. Él era un hombre de oración que sabía que para cumplir su vocación tenía que estar incesantemente unido a Dios. Para él, como para San Pablo, Cristo era vida en sí. No vamos haber entendido nada de él sino entendemos que todo lo que él era y todo lo que hizo surgió de su fe y de su relación con Jesucristo a quién proclamó como el Salvador del mundo y quién para él era todo. Su vida será examinada por muchos lentes en los próximos años, pero el único lente que revele en su totalidad al verdadero Papa Juan Pablo II, será el lente de la fe cristiana. Él nos enseñó como Cristo nos habla a nuestro tiempo y a nuestro lugar.
El encabezado de los periódicos de octubre de 1978 de la “selección sorpresa” es otra de las razones para esperanza. El Espíritu Santo guió a los Cardenales en el conclave ese mes, cumpliendo una vez más la promesa de Jesús que no dejaría a la Iglesia — o al mundo — huérfano. El mismo Espíritu Santo, siempre fiel, nuevamente guiará a los Cardenales en unas semanas.
No les sorprenderá saber que he puesto el periódico Arkansas Democrat-Gazette del domingo en la caja marcada “Periódicos.”
Cuando vi el periódico Arkansas Democrat-Gazette el domingo y leí el encabezado “La era de Juan Pablo II termina” de repente recordé la caja que tenía en mi almacén de la cochera. La caja cerrada con cinta adhesiva con una sencilla etiqueta que dice “Periódicos.” Agarré las llaves del almacén, encontré la caja toda empolvada, la agarré y la llevé a la cocina. Y rápidamente corté la cinta adhesiva con las tijeras.
Adentro encontré una serie de periódicos, muchos de los cuales no había visto en años. De joven adquirí el hábito de guardar periódicos que hacían una crónica de eventos de importancia histórica. Ahora estoy agradecido de haber tenido la mentalidad de guardarlos. La caja es un tipo de cápsula de tiempo de mi vida adulta; elecciones presidenciales, guerras, visitas de personas famosas, nombramiento de obispos bajo los cuales yo serví en Tennessee y por supuesto el 11 de septiembre de 2001.
El domingo en la noche no me tomó mucho tiempo, buscando en la parte de abajo de la caja, encontrar lo que buscaba: encabezados que yo había leído como un sacerdote recién ordenado empezando mi último año de estudios en Roma.
L’Osservatore Romano, Ciudad del Vaticano, 16 de octubre de 1978. “Los Cardenales en Conclave para la elección del Papa — El primer humo negro.”
Il Messaggero, Roma, 17 de octubre de 1978. “Después de cuatro siglos y medio un Pontífice no italiano ha sido electo — El nuevo Papa es Polaco — Será llamado Juan Pablo II — Él es el Cardenal de Krakow Karol Wojtyla — Él tiene 58 años.”
The Daily American, Roma, 17 de octubre de 1978. ” 6:18 p.m. — Humo blanco — El mundo da la bienvenida al Papa de esperanza — Juan Pablo II.” Un artículo en la parte baja de la página muestra el encabezado “Sorpresa el selecto se considera moderado.”
Cuando puse los periódicos en la caja hace 26 años, yo no sabía que algún día leería el encabezado llamando el Pontificado de Juan Pablo II una “era.”
Una era en realidad y mucho más.
El primer mensaje al mundo de Juan Pablo II fue uno de esperanza. “No tengan miedo,” él le dijo a miles de personas reunidas el 22 de octubre para el solemne empiezo de su Pontificado. Desde el principio nos llamó a tener esperanza en Dios y en los años posteriores nos enseñó como tener esperanza.
Usted y yo tuvimos el privilegio de vivir en “su era.”
Pero una cosa se debe decir una y otra vez. Nada de lo que he escrito tiene sentido salvo que esta sola cosa se sepa y se diga de él:
Él era un fiel cristiano, llamado a ser sacerdote para el pueblo de Dios, a ser el Pastor del mundo como el Vicario de Cristo. Él era un hombre de oración que sabía que para cumplir su vocación tenía que estar incesantemente unido a Dios. Para él, como para San Pablo, Cristo era vida en sí. No vamos haber entendido nada de él sino entendemos que todo lo que él era y todo lo que hizo surgió de su fe y de su relación con Jesucristo a quién proclamó como el Salvador del mundo y quién para él era todo. Su vida será examinada por muchos lentes en los próximos años, pero el único lente que revele en su totalidad al verdadero Papa Juan Pablo II, será el lente de la fe cristiana. Él nos enseñó como Cristo nos habla a nuestro tiempo y a nuestro lugar.
El encabezado de los periódicos de octubre de 1978 de la “selección sorpresa” es otra de las razones para esperanza. El Espíritu Santo guió a los Cardenales en el conclave ese mes, cumpliendo una vez más la promesa de Jesús que no dejaría a la Iglesia — o al mundo — huérfano. El mismo Espíritu Santo, siempre fiel, nuevamente guiará a los Cardenales en unas semanas.
No les sorprenderá saber que he puesto el periódico Arkansas Democrat-Gazette del domingo en la caja marcada “Periódicos.”